sábado, 26 de mayo de 2012

Un cuento

Un camino tan largo por delante, y demasiadas piedras en él. Un camino desértico, agobiante, donde no veo más que arena y rocas, rocas con las que tropiezo y me levanto con heridas sangrantes dificiles de cicatrizar. Pero un día, caminando cabizbaja como siempre, escuché el correr del agua. Y allí enfrente mía, encontré un lago. Un lago grandioso, de agua cristalina. En él podía ver mi reflejo, hermoso y perfecto a mis ojos. Tantos pasos, tantas caídas, tantas heridas, me habían dado una sed terrible, y al fin estaba él allí para calmar mi sed. Y me agaché y bebí y bebí sin descanso durante días hasta que me di por satisfecha. Me levanté del suelo y me alejé del lago. Mis pies ya no estaban cansados ni doloridos de andar, mis heridas ya no sangraban.. Pero apenas había dado unos pasos y volvía a tener sed, y regresé al lago. Y desde entonces no he podido alejarme de ese lago, el único que era capaz de calmar mi sed y curar mis heridas, el lago cristalino que había visto tantas veces en sueños, ideal y bello... Y ahora lo había encontrado en mi camino y ni él quería dejarme ir ni yo quería dejarlo pasar. Quizás tenía que encontrar ese lago, quizás él tenía que atraparme a mí. Pero ahora estoy frente a él y es el mejor néctar, y es el único capaz de absorber la sangre de tantas y tantas heridas...

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