lunes, 5 de mayo de 2014

Y abrí la ventana. Todo estaba tan oscuro y tan en paz. Respiraba hondo, sentada en el alféizar y vagamente alcanzaba oír algún niño llorando, algún coche lejano. La tranquilidad de las madrugadas a solas. Las madrugadas de insomnio, a oscuras, en silencio. La habitación a oscuras, ni una vela. Ando descalza, desnuda, a tientas por las paredes, arrastrándome por el suelo buscando sin descanso la tranquilidad que existe fuera, en la calle. La tranquilidad que no consigo dentro.