El tiempo
me consumía, oía la lluvia caer desde mi cama, las pisadas en la planta de
arriba y dentro de mí, este agobio, este vacío y ese recuerdo vago de tu
llegada con ese paraguas tuyo, de tu risa entre las sábanas y el calor de tu
cuerpo sobre el mío, de nuestras pieles ardiendo, de tu pene golpeando mi
sexo. De orgasmos interminables. De repetir. De no dejar de disfrutar de nuestros sexos ardientes, de no dejar de jadear. De respiraciones entrecortadas. Y ahora en esta habitación, antes llena de gemidos solo queda silencio y
frío.
Con el corazón absoluto del poema de la vida sanguinariamente desgarrado de su propio cuerpo, comestible durante mil años...
sábado, 18 de enero de 2014
Mi vecino
Mi vecino nunca le dice palabras
de amor a su mujer
pasan las noches en vela
mirándose
sin articular palabra.
Horas eternas, a oscuras.
Horas de miradas con ojos
brillantes.
Horas de olerse, de sentirse,
sin tocarse
sin rozar siquiera la piel.
Pasan las horas y amanece,
los rayos de luz, tímidos,
atraviesan la ventana.
Y se levantan de la cama
cubren su desnudez
Y con voz cansada,
cansada de la intensidad de las
noches en vela,
se desean “buenos días”
y se despiden como extraños
hasta que las tinieblas vuelvan a
la casa
y a sus almas.
Mi vecino nunca le dice palabras
de amor a su mujer
pero ella, sabe que las siente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)