sábado, 18 de enero de 2014

Tiempo

El tiempo me consumía, oía la lluvia caer desde mi cama, las pisadas en la planta de arriba y dentro de mí, este agobio, este vacío y ese recuerdo vago de tu llegada con ese paraguas tuyo, de tu risa entre las sábanas y el calor de tu cuerpo sobre el mío, de  nuestras pieles ardiendo, de tu pene golpeando mi sexo. De orgasmos interminables. De repetir. De no dejar de disfrutar de nuestros sexos ardientes, de no dejar de jadear. De respiraciones entrecortadas. Y ahora en esta habitación, antes llena de gemidos solo queda silencio y frío.

Mi vecino

Mi vecino nunca le dice palabras de amor a su mujer
pasan las noches en vela
mirándose
sin articular palabra. 
Horas eternas, a oscuras.
Horas de miradas con ojos brillantes.
Horas de olerse, de sentirse,
sin tocarse
sin rozar siquiera la piel.
Pasan las horas y amanece,
los rayos de luz, tímidos, atraviesan la ventana.
Y se levantan de la cama
cubren su desnudez
Y con voz cansada,
cansada de la intensidad de las noches en vela,
se desean “buenos días”
y se despiden como extraños
hasta que las tinieblas vuelvan a la casa
y a sus almas.
Mi vecino nunca le dice palabras de amor a su mujer
pero ella, sabe que las siente.